Bildt: “L’única via a Corea del Nord”

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En un  article a la Vanguardia Carl Bild afirma “Només una ofensiva diplomàtica amplia pot posar les bases per frenar el conflicte a pa península coreana”.

 

A continuació i pel seu interès el reproduïm íntegrament:

Podría el mundo presenciar pronto otra guerra devastadora en la península coreana?

Por supuesto, las preocupaciones sobre el programa de armas nucleares de Corea del Norte no son nada nuevo. Estados Unidos primero trató de resolver el problema en 1994, con el marco acordado EE.UU.- Corea del Norte; pero ese esfuerzo se derrumbó gradualmente, debido a las ­acciones efectuadas, y no efectuadas, en ambos lados. Luego, en el 2006, el régimen de Kim Jong Il detonó el primer dispositivo ­nuclear de Corea del Norte y volvió a colocar el tema en la agenda del Consejo de Seguridad de la ONU.

En la década siguiente, Corea del Norte realizó cinco pruebas nucleares más y demostró el dominio tecnológico necesario para desarrollar armas termonucleares avanzadas. Y, bajo el liderazgo de Kim Jong Un, la situación se intensificó aún más cuando el régimen comenzó a realizar progresos significativos hacia el desarrollo de un misil balístico intercontinental capaz de llegar a la parte continental de Estados Unidos. Corea del Norte ha dejado claro su compromiso de desarrollar una capacidad de ataque nu­clear de largo alcance. En opinión del régimen, las armas nucleares son su único seguro contra los ataques. Sin ellas, Kim cree, compartiría el destino de otros que abandonaron su búsqueda de armas nucleares, como Sadam Husein en Irak y Gaddafi en Libia.

Dado que ni EE.UU. ni Corea del Norte han mostrado entusiasmo por las conversaciones, se podría concluir que la guerra es inevitable. Sin embargo, a pesar de su belicosidad, es poco probable que el régimen de Corea del Norte inicie un conflicto militar a gran escala, porque eso seguramente significaría su desaparición. Al mismo tiempo, EE.UU. no tiene buenas opciones de dar el primer golpe. Los ataques quirúrgicos pueden sonar prometedores, pero no son infalibles. Los ataques que no eliminaran todas las armas nucleares de Corea del Norte de inmediato podrían desencadenar una guerra regional, o incluso nuclear, que costaría millones de vidas.

En Estados Unidos, los que abogan por una acción militar a menudo afirman que
la disuasión no funcionará contra un ré­gimen “irracional”. Pero no hay ninguna ­razón ­para suponer que Kim está decidido
a sui­cidarse en masa. Cuando la China
de Mao se lanzó en busca de armas nu­cleares en la ­década de 1960, su razón de ser era muy ­diferente de la de Corea del Norte hoy, pero nadie dudaba de que la disuasión funcionaría.

Aun así, incluso suponiendo que esa disuasión –encarnada en la amenaza de Trump de que Estados Unidos “destruirá totalmente” a Corea del Norte– sí funciona, no impedirá que una Corea del Norte con armas nucleares altere fundamentalmente el cálculo estratégico en el nordeste de Asia. El elemento de disuasión nuclear de Washington protege a Estados Unidos en primer ­lugar. Queda por ver si la “disuasión ampliada” de Estados Unidos seguirá protegiendo a los aliados Corea del Sur y Japón.

La duda sobre el paraguas nuclear de Estados Unidos en la región podría llevar a Corea del Sur y Japón a decidir desarrollar sus propias opciones nucleares. De hecho, Corea del Sur tenía un programa de armas nucleares mucho antes que el Norte, que fue abandonado cuando Corea del Sur firmó el tratado de No Proliferación Nuclear en 1975, pero reiniciarlo se ha convertido en un tema de debate en Seúl.

Hasta ahora, el enfoque de Estados Unidos hacia Corea del Norte ha sido endurecer las sanciones y externalizar el problema a China. Pero aunque Pekín tiene fuertes­ ­lazos económicos con Corea del Norte, no está claro si tiene la influencia para cambiar el comportamiento del régimen de Kim, incluso si lo desea.

Por lo tanto, no es prudente depender totalmente de China. Se necesita un enfoque diplomático más amplio, y debería comenzar abordando una cuestión fundamental en el corazón del problema: a saber, que nunca se ha firmado un tratado de paz para poner fin a la guerra de Corea de 1950-1953. Un diálogo para reemplazar el armisticio de 64 años con un acuerdo formal de paz podría allanar el camino para discusiones más amplias sobre la escalada nuclear y otras amenazas.

En términos más ­generales, una nueva ronda de diplomacia tendría que abordar las preocupaciones de seguridad que tiene Pyongyang y pro­­porcionar espacio para que Corea del Norte evolucione política y económicamente, como ha hecho China durante las últimas décadas. Esto puede parecer una perspectiva distante pero si se resuelve la situación de ­seguridad en la península, no estaría fuera de dis­cusión.

La alternativa es seguir en el camino actual y arriesgarse a un conflicto militar o una guerra a gran escala. Incluso evitando esos escenarios del peor de los casos, la región no tendría nada que esperar excepto inestabilidad en los próximos años.

La Vanguardia 18-11-2017